abril 22, 2005

Es necesario saber soñar para sobrevivir en La Barranca

Respiración profunda, nudo en la garganta, felicidad, éxtasis, sonrisa encajada... todo eso fue el día de ayer, y seguramente me faltan emociones por describir...
La perfección de un día que comenzó radiante sólo podía consolidarse con un concierto como el de anoche en el teatro de la ciudad con San Pascualito Rey y La Barranca.
Sobre la explotación que ambos grupos hicieron de mi estado emocional no encontraré palabras que puedan explicarla. Respecto al concierto, fue un enorme placer haberlo vivido y sentido... la música, las letras y su interpretación, todo ahí estaba, listo para que me apropiara de ello!
Después de esta noche he comprendido mejor a lo que se refiere José Manuel Aguilera (La Barranca) cuando trata de explicar la forma en que el percibe una canción y las reflexiones por las que transita él como músico cuando se encuentra y reencuentra con ellas...

"Las canciones suelen presentarse en forma misteriosa. Normalmente aparecen desnudas... una canción no es un juego de acordes, no es una melodía, no es una letra, no es un riff...
Creo que más bien una canción son todos esos elementos coincidiendo en un momento con una emoción. Una canción es la materialización repentina de una emoción. Cuando aparece y somos capaces de reconocerla nos llena de gusto y sorpresa. Ahí está, desnuda, a lo mejor insinuándose solamente, más como una promesa que como una realidad, pero ahí está. Entonces la tomamos y tratamos de ver hacia dónde quiere ir, que es lo que promete. A veces ciertamente no quiere ir a ningún lado, ya esta donde quería. A veces no hay que darle muchas vueltas, a veces hay que darle mil y aún así no podemos atraparla jamás... de ser adoptada, empieza entonces el proceso de darle vida en el grupo, normalmente agregando cosas, vistiéndola. Poniéndole muchas más notas de las que traía al aparecerse.
Si uno escucha con atención, es posible encontrar ahí, en el origen, todas las cosas que después formarán parte de la versión final, todos los elementos sugeridos. Por ejemplo, en la canción Denzura, aún cuando en principio era sólo una guitarra acústica yo podía escuchar las guitarras eléctricas distorsionadas y pesadas que suenan ahora.
Casi siempre, los acordes que en un principio se tocan con una sola guitarra acústica ahora se dividen, repartiéndonos sus notas entre las guitarras y el bajo. Cada uno de estos instrumentos luego desarrolla su propia línea a partir de eso, adquiere cierta independencia. El ritmo que se insinuaba en el rasgueo original se convierte en una batería o incluso se busca un ritmo diferente. Poco a poco la canción va tomando otra fuerza, se va llenando de cosas. A veces en ese proceso se descubren nuevas rutas que nos jalan y la canción también comienza a alejarse del punto original de partida. A veces sería incluso difícil reconocer de donde surgió".

Respecto a los momentos acústicos:

"En un proceso inverso al que normalmente seguimos las hemos desvestido, las hemos despojado de todo en un intento por recuperar su esencia. La canción como materialización repentina de una emoción.
Y en el proceso hemos hecho unos descubrimientos y rencuentros increíbles. Claro, hay canciones que no soportan tal desnudez: son demasiado vanidosas o demasiado intrincadas. Pero el aprendizaje es que las que lo soportan (y afortunadamente hay varias) también soportan casi cualquier tipo de decodificación, de reestructuración. Entonces hemos encontrado el gusto de tocar con todas estas limitantes (Chema no usa su batería normal): cero repostería, cero trucos. Tocar sólo lo que se tiene que tocar.
Obviamente las letras y la voz, o más precisamente, la voz que esas letras generan, adquiere otra perspectiva. Es bueno poder oír las inflexiones.
De cualquier forma, el tocar así invita a otro tipo de experiencia, a otro tipo de actitud. Para nosotros mismos es casi como si estuviéramos en otro grupo. En un grupo dentro del mismo grupo, o en ese grupo del otro lado del espejo.
Y hay un inmenso placer en ello".
José Manuel Aguilera
(Postales, septiembre de 2004)

... como espectador, uno se vuelve cómplice y percibe y comparte ese placer.

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