marzo 14, 2007

Elección racional

Ha llegado el momento de asumir en público lo que es un secreto a voces a mi alrededor: estudie una carrera carente de interés para los mortales divertidos que me rodean... cierto, todos nos sentimos ajenos al funcionamiento teórico que sigue la inflación (aún cuando a nadie nos alcanza la lana), al del PIB (aún cuando todos sabemos que México no avanza), al de las tasas de interés (cuando todos pagamos altas comisiones a los Bancos) y así podríamos encontrar un montón de indicadores que nadie entiende y al mismo tiempo, cotidianamente nos hacen sentir víctimas de su mal funcionamiento.
Esos indicadores a los que me refiero, tienen que ver con los temas de lo que se conoce como "macroeconomía"... bueno, yo la verdad no culpo a quienes no gustan de ellos, yo que estudie la carrera tampoco soy una fan de ellos! De hecho, a mi lo que siempre me ha gustado más y me hace perderme por horas y horas es la "microeconomía" que tiene que ver más con el comportamiento de pequeñas unidades económicas (generalmente individuos y empresas), en uno o varios momentos en el tiempo.
Y es que es tan divertida... por ello he decidido presentar unos ejemplitos divertidos, pensados para personas que encuentran aburrido y falta de interés en esa temática... pero interesados en los conflictos de las relaciones personales por las que todos pasamos en algún momento de nuestra existencia.

Para ello me baso en el trabajo de David de Ugarte, quien demostró que la ciencia económica se puede utilizar en estos temas, ya que la economía moderna basa sus explicaciones en el comportamiento maximizador (o sea, se parte de la idea de que más es mejor que menos) e igual que pasa en el Arte, como una representación o una interpretación de lo observado en el mundo real.

Tema: Atracción vectorial

Imaginemos que nos encontramos en una fiesta o en un concierto observando a las otras personas que se encuentran ahí, las características que pueden gustarnos de otra persona son muchas y cada quien asigna un valor variado a dichas características que, nuestro cerebro pondera a gran velocidad.
Ahora supongamos que tenemos la oportunidad de iniciar una conversación y así obtener más información y modificar la jerarquía de las características, pero no porque nuestros gustos hayan cambiado (seguiremos prefiriendo simpatía a antipatía por ejemplo) sino porque la información sobre las posibles víctimas de nuestra atención es más completa.
Agreguemos además la dificultad de conseguir la atención ajena, por que siendo realistas, puede que nos encante hasta el tuétano de los huesos un famoso actor de cine e incluso podríamos coincidir con él en un vuelo o un bar y sin embargo eligiriamos dedicar nuestro tiempo a otro chico cuyas virtudes nos resultan menos atractivas pero que nos resultan más accesibles.

Una vez considerando los supuestos anteriores (canastas de bienes = víctima, conversación = información completa y atención ajena = restricción presupuestaria) Preguntemos al oráculo de la teoría económica, cómo elegir la mejor opción.

En 1966 el economista australiano Kelvin John Lancaster propuso un modelo de consumo que explica la racionalidad utilizada por los individuos para realizar elecciones entre canastas distintas de bienes. La idea básica es que los bienes no son deseados en si mismos, sino en la medida en que poseen una serie de características que son las que los consumidores desean disfrutar, a su modelo se le conoce como "Teoría de las características".

Para construir gráficamente nuestro modelo supondremos que nos presentan a dos personas (ambas de nuestro total agrado) y que nuestro criterio en cuanto a gustos es limitado: sólo valoramos dos características en los demás, que podrían ser cultura (a) y belleza física (b).

Como dijimos antes, nosotros ordenamos nuestras preferencias por nuestro sistema de valores, por lo que aún con una combinación atractiva de cultura y belleza (a y b) a la que podemos bautizar con el nombre de "David" (como el rey de las mañanitas) podría atraernos de igual forma otra combinación que llamaremos "Roberto" (hasta donde sé ninguna canción habla de alguien con ese nombre) que podría tener menos de a pero que compensa con más cantidad de b.

Representando esa idea en un plano cartesiano (que cruza el eje y con el eje x), podríamos decir que cada combinación de a y b forman un punto (David a1b1, Roberto a2b2, etc.,) y al tener varias combinaciones o puntos que producen la misma atracción en nosotros, podemos formar una línea, a la que llamaremos curva de indiferencia (ya que somos indiferentes al elegir entre David y Roberto)... por supuesto, las líneas de indiferencia más lejanas al origen son formadas por combinaciones o individuos que nos gustan más pero que están fuera de nuestras posibilidades, las cuales se encuentra delimitadas por el triángulo rosa.


Regresemos a la fiesta o concierto inicial, en la que desafortunadamente no encontraremos a todos los individuos a los que podríamos tener acceso y son justamente los que se ubican en y por debajo de nuestra curva de indiferencia... por lo que no elegimos entre cientos de individuos con cualidades, sino que elegiremos como repartir nuestro tiempo y encantos entre los dos chicos que conocimos: David y Roberto, estimando que tan cultos y guapos son... cómo repartiríamos nuestra atención?


Antes que nada, veamos que los dos se encuentran dentro de nuestras posibilidades (dentro del triángulo), luego tenemos la posibilidad de conquistar a cualquiera de los dos... o ambos (la vida es muy larga y no sabemos cuando nos volveremos a encontrar al que ahorita nos parece menos atractivo... que tal que la próxima vez es lo mejor de la fiesta). Así que de entrada no apagamos velitas.
El punto de tangencia con la curva de indiferencia más alejada del origen marcaría el máximo nivel de satisfacción que podríamos alcanzar y por tanto la forma en la que repartiríamos nuestros esfuerzos sociales. En este caso, Roberto está dentro de nuestras posibilidades pero David además de estar dentro de nuestras posibilidades, es más guapo y culto!!!

Cada momento que dedicamos a cualquiera de los dos chicos tiene un costo para nosotros (por ejemplo el tiempo) y una recompensa (la cantidad de a y b de la que disfrutamos a cambio de nuestro tiempo), recordemos que nuestras elecciones son maximizadoras: más es mejor que menos, por ello David es mejor que Roberto.

Pero, qué pasaría si uno de las chicos es nuestro ideal (David Pitt)? Pues sencillamente que dedicaríamos todo nuestro tiempo y esfuerzos a él... no tendríamos ojos para nadie más!!!

Esto último comprueba la teoría del Sr. Lancaster, al señalar que los individuos no elegimos un bien en si mismo (David), sino por las características que contiene (más cultura y belleza en términos comparativos a Roberto).

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